Cuando mente y emoción entran en conflicto nos condiciona en muchos aspectos de nuestra vida, incluso puede llegar a secuestrarnos.
¿Cuándo una emoción genera conflicto?
Hace ya tiempo que voy observando los motivos por los que mis clientes vienen a terapia, éstos obedecen a varias razones:
- Ansiedad.
- Tristeza.
- Dificultades en la relación de pareja.
- Dificultad en mantener relaciones sociales.
Normalmente ocurre que la primera demanda que hacen nuestros pacientes o incluso los objetivos que desean alcanzar en la terapia distan mucho de los motivos reales por los que vienen a ella.
Entonces es cuando me pregunto, solo puede ser así, pues no nos conocemos en absoluto o nos conocemos relativamente poco.
Nadie o al menos para mí, me enseñó a aprender a conocerme, nadie me inculcó la reflexión o mejor dicho la autorreflexión.
¿Cómo expresar y reconocer nuestras emociones?
No me enseñaron reconocer mis emociones o sentimientos y mucho menos ponerles nombre, no quiero por esto condenar a mis progenitores pues lo hicieron como mejor pudieron y más si entiendo de dónde emocionalmente vienen ellos.
Otras personas vienen a consulta con algo más de podríamos llamar “inteligencia emocional”, es decir saben algo más que yo cuando comencé mi proceso.
Sin embargo en ocasiones tienen conceptos poco claros o confusos de lo que les pasa, ahí mi función es ayudar/acompañar a que se aclaren, normalmente son personas más jóvenes.
Cuando las personas vienen con mucha confusión mental en ocasiones confunden lo que piensan con lo que sienten. No está bien definido el plano por el que están expresando.
¿Las personas piensan por que sienten?
En numerosas ocasiones nuestros clientes vienen desensibilizados, es decir, les cuesta mucho poner nombre a las sensaciones o sentimientos que están sintiendo incluso, cuando sienten malestar, dolor, rabia o tristeza.
Para nosotros los gestaltistas, la sensibilización es el primer mecanismo de evitación del contacto, pues éste se produce en el primer tramo del ciclo de la experiencia que sería cómo satisfacemos nuestras necesidades.
Sería trasladable tanto a las necesidades primarias como beber, comer o respirar a otras que atenderían más lo emocional cómo la ternura, la sexualidad, contacto tierno, etc.
En Bioenergética a esto le llamaríamos subimpulso tierno, aquel que nos contacta con nuestras necesidades para luego contactar con nuestro subimpulso agresivo, aquel que nos hace ir a buscar/accionar/contactar o realizar la satisfacción de éstas.
La mente establece inconscientemente unos parámetros
En la Terapia Gestalt también lo llamamos introyectos o creencias, y éste el origen del daño, pues muchos de nuestros males o al menos los motivos que citaba al principio por los que vienen muchas personas.
Son originados por conceptos, ideas o mandatos del inconsciente de como deberían ser las cosas, “como debería ser mi relación de pareja” “como me deberían tratar mis amigos” etc.
Algo que vengo también observando es que para muchos de mis pacientes, no son como querrían ellos, o no son como ellos imaginan que deberían ser, sienten que se les abre la tierra a sus pies.
Tienen angustias, sufren de ansiedad o se deprimen. Es dónde digo que no hay amor hacia lo que hay, la mente puede ante lo que hay o al menos quiere poder.
¿Por qué nos sentimos así?
Entonces pasa a ser una batalla entre lo que quiero o imagino y lo real o lo que realmente hay, por eso sufrimos, cuando la idea de lo que debería ser o cómo debería actuar o cómo debería sentirme no coincide con lo real, o con lo que siento realmente.
Así es como aprendimos a no respetarnos ni querernos, así hicimos nuestro ajuste creativo quizá para que no nos doliera tanto ya desde nuestra más temprana infancia.
Está en nuestra madurez este ajuste de seguir actuando ya desde un lugar más conservador, llamándolo carácter, ego, etc.
Cuando aprendemos a reconocer lo que realmente hay, en principio todo es más doloroso pues podemos reconocer lo que nos duele o nos hace daño.
Trabajar la inteligencia emocional
Ahí se abre un camino de mayor consciencia, más presencia, dejamos tantas autojustificaciones de lado y es cuando aprendemos a responsabilizarnos.
Dejamos las ideas, los juicios, los conceptos sobre nosotros mismos y empezamos a hacernos cargo de lo que pensamos y lo que sentimos.
Y sobretodo del daño que nos hacemos a nosotros mismos, es en ese preciso momento cuando observamos, sentimos y nos damos cuenta de la falta de amor a nuestro ser.
En mi experiencia el principal autoconcepto dañino fue el “deber” ¿Cómo debería ser?, cómo debería actuar?, qué clase de hombre debería de ser?
Todo ello lo recuerdo entre mezclado con una exigencia muy alta, generándome mucha ansiedad y angustia.
La mente de los “deberías” había tomado el control y es como si se hubiera producido un “golpe de estado emocional “ dentro de mi.
No llegaba a satisfacer todos, sentía que no llegaba a nada, trabajo, pareja, etc. generándome sentimientos de frustración, rabia, ansiedad y mucha culpa.
El proceso de mente y emoción con terapia
La Terapia Gestalt me ayudó a poder relativizar estos “deberías” a tranquilizar mi mente a reconocer el daño que me estaba haciendo.
Llegué a bajar mi autoexigencia, hacerme cargo de mi mente y mis emociones, no negarlas, y en definitiva a validarlas.
Hay en mi un agradecimiento al proceso, pues me ayudó a aprender y quererme como nunca antes lo había hecho.
Santi Calvo – Terapeuta psico-corporal Clínico Integrativo
Terapeuta Gestalt miembro titular AETG